¡No me contrates! Capítulo 2

50 razones por las que un profesional de estos tiempos podría -¡y debería!- negarse a trabajar para un empleador o cliente

Vladimir Estrada
Personas que Marcan

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Amigo lector:

Recibe como de costumbre mi gratitud por tu nueva o primera visita a mi Newsletter Profesor Vladimir Estrada, PhD, la que genero desde mi “casa matriz” en Medium (mi blog académico Personas que marcan), que es mi más veterano y querido hogar digital en uso (hay uno más viejo, pero que ya no uso; por ende, ya no es un hogar). Aunque gracias a mi proyecto Investigando sobre blogging, y sus resultados en proceso, este donde me lees ya no es el único hogar digital donde yo “vivo”, y nunca más lo será. Gracias por estar aquí.

Como ya es costumbre, mi primer mensaje de hoy es de solidaridad con quienes han sufrido de cualquier modo los efectos de la terrible pandemia que nos ha golpeado a todos en el mundo; especialmente, con aquellas personas que han perdido a algún ser querido. Como cada día desde que esto inició y como lo haré hasta que termine (y ahora en calidad de sobreviviente), elevo una oración por ellos, porque puedan recuperarse y seguir adelante.

Dicho esto desde el alma, entremos al tema de este trabajo.

Hoy te propongo la segunda parte -Capítulo 2- de mi nueva serie temática titulada ¡No me contrates! La primera entrega (si no la has leído, te sugiero hacerlo antes de que sigas leyendo esta, porque lo necesitas: es una serie, y hay continuidad entre sus diferentes partes) fue publicada el pasado 30 de septiembre, y me ha generado muchas satisfacciones: amén de los comentarios positivos que tanto agradezco, me ha permitido retomar contacto con diversos colegas y amigos (algunos, con mucho tiempo en silencio mutuo) y me ha abierto puertas para retomar otros varios proyectos que comenzaron hace un tiempo, y están aparcados en espera de oportunidades y/o de fuerza para la acción.

Y al leerla, constatarás que hoy corresponde lo siguiente:

  • Una introducción temática general, que aborda diferentes aspectos del tema, incluyendo la generación y gestión de los negocios de servicios profesionales.

Así que avancemos hacia esa introducción temática general.

Esta serie tiene sus “peculiaridades muy peculiares”, jejeje. Veamos algunas.

  1. Mezcla e integra temas muy diversos que forman parte de tres grandes campos muy interconectados, al extremo de ser casi imposible segregarlos: lo humano, lo profesional y lo social, con el trabajo como eje transversal a todos, y el ámbito organizacional, junto al mercado, como un macroentorno esencial para su manifestación.
  2. Los conceptos y enfoques planteados funcionan para casi cualquier modalidad contractual, ámbito temático y nivel jerárquico.
  3. Se avanza desde lo general a lo particular y desde aquí a lo específico.
  4. Una vez dentro de la lista de motivos, se puede comenzar a leer por cualquiera de ellos, y saltar a cualquier otro: no se requiere orden estricto. Ya lo verás.
  5. La lógica integradora del conjunto de temas -que abarcan lo personal, lo interpersonal, lo organizacional y lo social- está sustentada en una visión de la complejidad del mundo actual y sus diversos procesos (ver pensamiento complejo) y en aproximaciones más o menos cercanas al enfoque sistémico, con diversas sinergias posibles al conjuntar motivos tanto en sentido positivo como negativo.

Sucede que ya no es posible vivir, trabajar, gestionar o liderar personas u organizaciones, desde una mirada o perspectiva de compartimientos estancos. Vivimos y funcionamos en sistema: todo está conectado y todos lo estamos. Y por ejemplo, nuestro rechazo a ser contratados por alguien, con base en una o dos características negativas que para nosotros son innegociables, puede abrir puertas para la mejora de esas dos, y desde ellas, de otras tres o cinco u ocho o más, porque se interinfluyen; pero también nos las abre a nosotros, en la perspectiva de reforzar nuestra competencia en algunas áreas que como resultado de estas aperturas han ampliado sus espectros y tienen nuevas exigencias competenciales…etc., etc., etc. Y también las abre para nuestro presunto empleador o cliente; por ejemplo, en función de multiplicar sus posibilidades de liderar temas de los que antes apenas se ocupaba. Y todo ello, mas todo lo anterior, sucede porque en un momento dado le dijimos, simplemente: ¡NO ME CONTRATES!, y desencadenamos una serie de acciones suyas y nuestras a partir de tal motivo.

Entonces, además de tener en cuenta a los actores y sus características, es importante considerar el contexto, el momento, la situación, y las diversas conexiones posibles entre las cosas que suceden en este mundo del trabajo; especialmente, en las relaciones humanas, profesionales y de negocios que lo conforman. Porque todo influye sobre todo, en alguna medida. Como te dije antes: Todo está conectado, y todos lo estamos.

Visto esto, hoy revisaremos brevemente algunos de los aspectos que configuran el marco, el desarrollo y la gestión de las relaciones de negocios en el ámbito de los servicios profesionales, y que de uno o más modos inciden en la decisión de buscar ser contratado por alguna entidad, o de sencillamente, negarse a serlo. Vamos a ello, amigo lector. Gracias por ser, por estar, por acompañarme hoy y siempre.

A modo de introducción temática general

Las relaciones humanas en el ámbito de los negocios suelen estar marcadas por múltiples factores inherentes a los seres humanos involucrados en ellas, tal cual sucede en cualquier otro ámbito. Estas relaciones deben ser gestionadas en función de conseguir la mayor armonía posible entre las partes intervinientes en cada negocio proyectado o en curso, si se pretende que estos sean realmente exitosos; y no lo serán si alguna de las partes no se siente suficientemente cómoda con la forma en que se desenvuelven.

Generalmente, los negocios parten de una propuesta, que suele fluir mediante una de las siguientes dos formas básicas (muy resumidas):

  1. Modalidad A: Alguien (individual o corporativo) identifica una necesidad en su entorno; reconoce su propia competencia para satisfacerla; desarrolla una nueva solución potencial al respecto (o la saca a la luz de entre las que ha desarrollado con anterioridad, y la adapta al nuevo proyecto); elabora una propuesta que incorpora el valor a aportar en función de satisfacer la necesidad identificada, y la presenta al potencial beneficiario de ella, que puede ser -entre otros- el público en general, un grupo de índole sectorial, o un posible cliente en concreto. Incluyendo y sustentando, por supuesto, las opciones compensatorias a las cuales aspira por la aportación, recepción y aplicación de dicho valor (sea en forma de precio, y/o de otros elementos definitorios o portadores de la compensación, o de cualquier combinación de ambos).
  2. Modalidad B: Alguien (individual o corporativo) identifica una necesidad propia para cuya solución no tiene competencia o recursos; explora el entorno en busca de potenciales aportadores de dicha solución; solicita propuestas pertinentes que puedan corresponder a la necesidad presente; efectúa las comparaciones de lugar para evaluar la relación entre las soluciones propuestas (los aportes de valor a recibir) y los precios u otros elementos planteados como compensación por ellas; analiza su propia situación -actual y previsible- para determinar la factibilidad y el riesgo de decidir por una u otra propuesta; y finalmente, se decanta por la que mejor pueda responder a su necesidad, teniendo en cuenta todos los factores concurrentes (los aquí mencionados y otros muchos posibles).

Obviamente, esta breve formulación es extremadamente básica; caben aquí diversas variantes más, y múltiples matices elementales y/o complejos sobre la concepción, diseño y presentación de propuestas de intervención, que además, son los más frecuentes en los negocios a los cuales se refiere mi título de hoy: el campo de los generalmente denominados servicios profesionales, que dependiendo de diferentes aspectos y criterios, constituyen una industria o abarcan varias. Me ocupo de esto en breve.

En un trabajo que tengo en proceso sobre la competitividad de una marca personal, y parcialmente en otro ya publicado, hago referencia a este tipo de actividades, en uno de sus ámbitos más frecuentes de ejecución, el que habitualmente denomino “servicios profesionales de apoyo a la gestión y desarrollo de capital humano, tecnológico, organizativo y social” (Estrada, 2018); los cuales, a mi modo de ver, constituyen toda una industria en la asunción menos estrecha y más actualizada del concepto, que lo saca del ámbito tradicional de la manufactura y transformación, y lo eleva a un modelo conceptual mucho más amplio e integrador, basado en la creación y diseminación de valor desde múltiples perspectivas y de múltiples formas, donde figuran, por ejemplo, la del turismo, la cultural, y otras muchas. Como lo define, sencilla y efectivamente, el Diccionario de la Real Academia en su 5ta acepción: “Negocio o actividad económica. La industria del espectáculo, del turismo” (visto en 30/09/2021).

La industria cultural, por ejemplo, puede estar conformada por múltiples sectores o sub-industrias (la musical, la editorial, la que agrupa las artes plásticas, la del folclore, la audiovisual, etc., etc.); pero diferentes analistas u opinantes pueden definir cada una de ellas como una industria en sí misma. Como suelo plantear, ello DEPENDE de diversos factores y/o criterios.

La turística, igualmente: a modo de ejemplo, los sectores o sub-industrias pueden ser clasificados según las modalidades de turismo a desarrollar (sol y playa, de ciudad, ecológico, de aventura, deportivo, académico, etc., etc.); y también dentro de la gran industria, serían sectores o sub-industrias el alojamiento, el transporte, la alimentación, entre otros. Y como caso curioso, puede producirse un “cruce” entre ambas industrias, que ponga en contacto productivo a diversas sub-industrias de una y de la otra: te hablo del llamado turismo cultural.

Pero como te dije, mi propuesta aborda un ámbito muy específico de los servicios profesionales. Me la “autorrobo” del trabajo arriba mencionado -a veces uso este recurso en mis procesos creativo/productivos, para mantener la coherencia y la transversalidad conceptual y metodológica de mi trabajo, y también, por qué no, para no “pasar trabajo” escribiendo de nuevo algo que ya he escrito de un modo que más o menos me funciona- y te la presento en la siguiente NOTA AL MARGEN:

“La industria de los servicios profesionales de apoyo a la gestión y el desarrollo sistémico/estratégico de capital humano, tecnológico, organizativo y social:

  • abarca el conjunto de profesiones, servicios, productos y actividades que son concebidos, generados, gestionados y ofrecidos -con o sin fines de lucro- a la sociedad, el mercado y cada uno de sus estamentos y sectores,
  • por parte de profesionales que trabajan de forma individual o agrupados en organizaciones especializadas,
  • con el objetivo de contribuir a la mejora continua y sostenible de la calidad integral de la vida y al desarrollo, a nivel individual, grupal, organizacional, comunitario y social, en diferentes contextos, momentos y situaciones,
  • mediante la potenciación sistemática de los diferentes desempeños individuales, grupales, comunitarios, organizacionales y sociales asociados al logro de dicha mejora; así como
  • el empoderamiento personal y colectivo de los actores correspondientes para la toma de decisiones, su puesta en práctica y el manejo adecuado y efectivo de los recursos tangibles e intangibles correspondientes,
  • la incorporación o generación, asunción, asimilación y potenciación del uso de las tecnologías pertinentes a cada actividad abarcada por las intervenciones en desarrollo, y
  • la consecuente maximización estratégica de su impacto favorable sobre los procesos y sus resultados.

Todos los ejercicios profesionales que inciden sobre la mejora de tales desempeños en todos esos niveles, y desde ellos, sobre la mejora continua y sostenible de la calidad integral de la vida en todo el espectro abarcado, caben dentro de este intento de definición conceptual. A saber:

  • servicios académicos y formativos de toda índole;
  • servicios de consultoría;
  • servicios de asesoría;
  • servicios de coaching;
  • servicios de mentoring;
  • otros servicios de carácter intervencionista, o combinaciones de los ya planteados;
  • servicios investigativos puros (pues en cada uno de los otros, hay investigación aplicada implícita);
  • producción intelectual, tenga o no carácter de servicio, y se derive o no de alguno de ellos;
  • servicios compatibles con la producción intelectual y su difusión;
  • servicios tecnológicos especializados, tipo TIC (pues en todos los otros hay involucrada tecnología de diversos tipos);
  • servicios de diseño aplicado a los procesos pertinentes al campo;
  • servicios de apoyo y/o soporte a todos los anteriores, como los mercadotécnicos, comunicacionales, logísticos, etc., siempre que sean aplicados al desempeño y la mejora continua de los ya listados u otros compatibles.”

Obviamente, cada uno de los tipos aquí arriba listados pueden ser considerados como sectores o sub-industrias dentro de esta gran industria, aunque muchos autores los consideran y tratan como industrias en sí mismos; algunos ameritan este último tratamiento (como el desarrollo de tecnologías informáticas, por ejemplo, y varias más) y otros no tanto (por ejemplo: los que tienen incidencia directa en el desarrollo competencial, emocional, actitudinal, volitivo y relacional de las personas, más bien cabrían en una única gran industria que podría denominarse desarrollo personal, y que no necesariamente coincidiría del todo con la tradicionalmente denominada así). Es muy importante considerar que muchas de estas áreas, si no todas, son o contienen metodologías, herramientas y/o rutas para el desarrollo de otras, por lo cual algunos opinantes podrían cuestionar, con mayor o menor razón, su concepción y asunción como industrias en sí mismas.

Por mi parte, prefiero este enfoque abarcador e integrador que te estoy proponiendo sobre la industria de que te hablo, pero no demerito ni resto pertinencia o valor a ningún otro abordaje del tema. Todos (el mío incluido) tienen aspectos favorables; y pueden tenerlos también desfavorables (el mío incluido). Pienso que un enfoque para definirla, y para clasificar e integrar en ella las diferentes actividades que propongo, puede referirse a sus tres grandes ámbitos de actuación y contribución:

  1. Desarrollo integral de las personas, elevación y potenciación de su nivel competencial, y maximización de su potencial de aporte de valor de utilidad social.
  2. Desarrollo integral de los contextos donde las personas aportan valor, mediante procesos como la creación o mejora de ambientes, modelos, sistemas, estrategias, herramientas, procesos, procedimientos y prácticas; de forma tal que faciliten la mejor aplicación del valor creado y aportado por aquellas, y les motiven a continuar haciéndolo.
  3. Conexión e integración productiva y desarrolladora entre personas y contextos, a través de diferentes procesos.

Pero también todos los enfoques que abordan hoy o aborden en el futuro este tema, pueden tener algo útil que aportarnos en el ámbito temático del que me ocupo en esta serie, así que no descartaremos ninguno. Porque esto se trata de relaciones entre profesionales y organizaciones, y/o entre profesionales y profesionales; y ellas se basan en la prestación de los servicios homónimos, por lo cual, resulta importante saber y poder definirlos y contextualizarlos desde la perspectiva de cada interesado, para que luego, con base en ello, cada quien pueda gestionar con efectividad las relaciones de negocios que establezca, si es contratado, pero iniciando desde antes de serlo.

En otro trabajo (ya en proceso) abundaré más sobre todo esto.

FIN DE LA NOTA. ¿Qué te parece y/o sugiere y/o motiva esta propuesta? ¿Qué falta en ella? ¿Qué sobra? ¿Qué debería cambiar? ¿Lo debatimos?

Vayamos cerrando el análisis de los negocios.

También obviamente, cada una de las partes involucradas aspira a beneficiarse a través del negocio en perspectiva o ya en proceso. Pero en mi opinión, debería aspirar en igual medida a que su contraparte se beneficie y quede plenamente satisfecha con el resultado. Esa es la única garantía de que el negocio sea realmente exitoso y el vínculo comercial entre las partes perdure en el tiempo: que se materialice lo que suele ser llamado una relación ganar-ganar.

A propósito: desde hace tiempo he ido incorporando a este último concepto, tanto en mi trabajo en la academia como en la consultoría y la mentoría, un tercer “ganar”; pues considero que si ganan y se sienten ganadores los -al menos dos- entes generadores de negocio que desarrollan una relación comercial, hay un tercer gran ganador colectivo: gana el entorno, el mercado, la comunidad, la sociedad. Y para mí, ello aplica y funciona en todos los ámbitos de las relaciones entre seres humanos, no únicamente en los negocios. Te lo dejo hasta ahí: ese desarrollo será objeto de un próximo trabajo, de más o menos cercana publicación en este mismo espacio, si la fuerza me acompaña.

En la segunda parte de esta entrega que ahora lees, y en las próximas, voy a efectuar una propuesta simbólica “imposible”, la que podría ser hecha -parcial o totalmente- por cualquiera que piense de una forma parecida, cercana o equivalente a la mía acerca de estos temas; y aún pensando diferente, podríamos coincidir en algunos o hasta muchos aspectos. Es por supuesto imaginaria, creo que bastante atípica, integradora del sentir de mucha gente que conozco, y además, modificable y adaptable por quien sea a sus propias concepciones del trabajo y a sus muy personales requerimientos sobre con quién, dónde, cuándo y cómo hacerlo, o eventualmente, NO HACERLO.

Y en mi muy personal opinión, ojalá fueran más frecuentes las propuestas disruptivas en los diversos contextos locales, regionales, nacionales y hasta globales, tendentes a generar rupturas con la tradición y las costumbres que tanto lastran la calidad de las relaciones profesionales: ello significaría que crecen nuevas y diferentes miradas a estas relaciones y los modos de gestionarlas. La mía de hoy incluye mucho de mi visión particular del tema, junto a diversas ideas que comparto con numerosas personas cuyos decursos profesionales he seguido y sigo, de las cuales he aprendido y procuro aprender a diario.

Espero que mi propuesta, amigo lector (o alguna parte de ella), te resulte, al menos, parcialmente pertinente, y te aporte o represente para ti algo de valor para tu propio abordaje de los temas que aquí trato. Y sea así o no, en todo caso, aspiro a que puedas apreciar, evaluar y posicionar en tu mente analítica, en cualquier sentido, los motivos que me mueven a efectuarla; solo eso, ya sería un buen resultado.

Introduciendo mi propuesta

Distinguido cliente potencial:

Gracias por recibirme y dedicar una parte de tu valioso tiempo a conversar conmigo en plan negocio.

Para que podamos entendernos bien, clarifiquemos primero ciertos términos. Si tú quieres llamarte y asumirte como mi potencial “empleador”, es tu problema. Yo prefiero y elijo -algo aprendido del Maestro Andrés Pérez Ortega, a quien seguramente conoces o has leído-, considerarte hoy mi cliente potencial, e inclusive, si llegas a serlo, mi cliente real, aún si has de serlo durante muchos años, y hasta en dedicación exclusiva por mi parte (sí, eso que todavía suelen llamar “empleo de tiempo completo”); en cuyo caso, te atenderé como mi único cliente y haré cuanto me sea posible por aportarte todo el valor que pueda durante las ¿ocho? horas diarias que dedicaré a prestarte mis servicios profesionales.

A partir de ahora te propondré un marco conceptual que te permitirá comprender cómo pienso respecto a todo lo que hoy nos une en esta mesa, y sobre todo, por qué pienso así.

Comencemos con esto. Si para mayor claridad quieres saber a qué aludo al mencionar la lección aprendida de Andrés, pues te hablo de cuando él nos propone, por ejemplo (¡2013!) que

“Ya no se trata de pensar en la empresa como en una familia sino como lo que es, como un proyecto común para conseguir un resultado.

Debemos empezar a pensar en relaciones entre iguales. Lo he dicho muchas veces y lo repetiré las que haga falta. No somos empleados, somos profesionales que vendemos nuestros servicios. Por lo tanto quiero que establezcamos un vínculo comercial, que nos convirtamos en socios, colaboradores o aliados”.

Y también te propongo, cómo no, esta otra lección suya (2016), en la cual, siguiendo la misma línea, nos plantea lo siguiente:

“Creo que es urgente empezar a replantearnos las relaciones entre profesionales y organizaciones. Un empleado no es un súbdito aunque mucha gente siga diciendo aquello de “yo pertenezco a la empresa XXXX”. ¡¡¡Pertenezco!!! Los profesionales somos proveedores de servicios, empresas unipersonales que nos asociamos con otras empresas más grandes para beneficiarnos mutuamente.

Así que, si decides desarrollarte profesionalmente y mostrar lo que vales, y te dicen que mejor no lo hagas, ya sabes que es el momento de poner en marcha tu plan B”.

¿Qué te parece a ti, distinguido cliente potencial?

Yo comparto al 1000 % esta visión del Maestro (hay mucho más sobre el tema en su abundante producción intelectual; te sugiero consultarla). Siento y pienso que esa imprescindible evolución hacia una relación entre iguales entre los profesionales y las organizaciones en las que aquellos prestan sus servicios, será a la larga -y hasta a la corta- lo mejor que puede ocurrirle, precisamente, al mercado, y por ende, a la sociedad. Porque nos colocará, como profesionales, en posición de poder ofrecer lo mejor de cuanto somos, hacemos y logramos, de un modo más compatible con nuestra mejor noción de dignidad humana, de libertad individual y de compromiso con causas que realmente nos motiven; sin que nada de ello implique u ocasione, por ejemplo (y me consta que aún ocurren con frecuencia), cosas tan humana y socialmente absurdas, terribles y desmoralizantes como graves renuncias éticas en diversas esferas y de diferentes formas, para poder comer o sostener a la familia. ¡Dios!

Pero para ello es necesario, por supuesto, manifestar un elevado nivel de autoliderazgo y actuar en consecuencia: nadie puede aspirar a una relación de igual a igual con el complicado y poderoso estamento gerencial de las organizaciones, sin haber desarrollado una fuente de poder propio (preferiblemente, poder de referencia, poder de experto o poder personal, entre otras posibilidades) que le coloque en posición de ser un negociador a respetar por parte de ellas.

Dicho de otra manera: sin una marca personal que desde su nivel de influencia e impacto nos genere respeto, consideración selectiva y autoridad (todo ello está incluido en el concepto de posicionamiento), será difícil que seamos elegidos. Si eres uno más, serás uno menos, ha repetido una y otra vez Andrés; y el Maestro Jordi Collell (otro de los grandes, y para conocer mejor sus diferentes modos de pensar el mundo del que aquí hablamos, lee nuestra entrevista bidireccional transoceánica de 2019), nos define claramente que ”No ser uno más, ser el elegido” debería ser la meta principal a alcanzar en todo proceso de branding personal desarrollado de forma intencional y obviamente estratégica.

Pero todo ello requiere una determinada actitud individual, basada en ciertos valores, y a su vez, desencadenante de unos comportamientos muy definidos, muy pertinentes al proceso en marcha y muy compatibles con el resultado esperado y deseado. Te hablo del autoliderazgo: esa capacidad/virtud/característica imprescindible para quien quiere autoconducirse hacia sus propias metas, y asumir personalmente la indelegable responsabilidad por su logro.

Como dice mi especial amiga y excelente colega Ylse Roa (post muy recomendable), “el liderazgo personal es la capacidad que tenemos para gerenciar nuestras vidas, con la finalidad de alcanzar nuestros objetivos. Es un proceso que comienza con el reconocimiento y gestión de nuestras emociones”. Muy claro, ¿verdad? Y como nos propone en la misma cuerda la Maestra Eva Collado Durán, si no te lideras, difícilmente podrás liderar equipos, porque el autoliderazgo implica, entre otras cosas, “ser lo suficientemente bueno en lo que haces para que seas reconocido de forma tácita por los demás”. Ambas autoras nos orientan hacia “eso” que necesitamos para poder ser un partner de negocios a considerar en serio por quienes quieran contratar nuestros servicios (en breve veremos mucho más al respecto).

Así que ya sabes: si quieres cambiar el mundo, lidérate, comienza el cambio por ti, y desde tu ejemplo, transforma tu metro cuadrado, y desde este, el kilómetro que lo circunda, y desde ahí, pues…¿Has oído decir queel cielo es el límite”? ¡Aunque algunos piensan seriamente que no lo es!

Sobre este tema he tuiteado hace algún tiempo, así:

¿Coincidimos, distinguido cliente potencial? ¿Cómo lo ves tú?

Volviendo un poco a lo que te decía dos párrafos atrás sobre influencia generadora de autoridad, se me hace importante que en este primer contacto nuestro podamos distinguir y diferenciar entre ellas: me consta que suelen ser asumidas como una y la misma cosa, aún siendo ambas, en mi muy personal opinión, partes sucesivas y claramente diferentes de un continuo que se desenvuelve en forma de espiral ascendente.

Y por supuesto: en una relación de negocios, ambos conceptos resultan críticos. Veámoslo brevemente desde nuestras dos perspectivas:

  • Tú necesitas mis servicios y el valor que puedo aportar a través de ellos, para mejorar tus desempeños y potenciar el valor que aportas a través de ellos. De alguna forma, mi trabajo o mi marca han influido sobre ti y me han hecho ganarme cierta autoridad profesional ante ti o tu equipo; y es tarea mía lograr que lo sigan haciendo del modo correcto.
  • Yo necesito el espacio que tú eres, posees, gestionas, lideras o significas -o dos, o tres, o cuatro, o hasta todo eso junto-, para ejercitar mis competencias profesionales y aportar valor (ganándome decentemente la vida en el proceso, claro está). De alguna forma, la calidad de lo que eres, haces y/o logras me ha influido y te ha hecho ganarte ante mí cierta autoridad como marca empleadora (o employer brand; seguro conoces el concepto, y además -espero- lo practicas como se debe).

Sobre ambas posiciones te ampliaré en la próxima entrega, cuanto te haga mi propuesta formal, con formulario, membrete y todo lo demás, jejeje. Tengo que “impresionarte”.

Como ves, tenemos una interesante conexión de intereses (nada contradictorios, más bien complementarios), que juntos podríamos transformar en una productiva relación de negocios. Por eso, y mucho más, es muy importante que ambos manejemos ambos conceptos -y otros varios- en un nivel equivalente, aunque no necesariamente coincidamos totalmente al interpretarlos y aplicarlos. Y eso está muy bien para mí, siempre que podamos conversar constructivamente al respecto y generar alguna posición común. Los buenos negocios se tratan de eso y se basan en eso.

Por ejemplo, una ampliamente reconocida y muy prestigiosa especialista como Marta Romo (socia directora de la consultora Be-Up), lo pone del siguiente modo:

“…todo se dirige a trabajar la autoridad moral, que es la influencia que ejercemos en otros por aquello que decimos y hacemos” (negritas mías). Añade que “es necesario tener un propósito, saber qué queremos y para qué estamos donde estamos. Y ser coherente con ello, siendo constante con nuestro propósito. Esto tiene que ver con la autenticidad. Se trata de que se piense en uno cuando haya una necesidad alineada con el tema que domina y el propósito que sostiene” (y ojo, con mínimas diferencias, yo coincido bastante con el fondo de estas interesantísimas ideas).

A mi modo de ver, distinguido cliente potencial, son dos conceptos diferentes, aunque íntimamente relacionados en el ámbito temático que estoy abordando. Ve aquí cómo te las defino (en un trabajo ya publicado y otro que tengo en proceso), en relación con el tema que nos reúne hoy:

“La influencia es la acción atrayente, estimulante, motivadora, generadora de adscripción, movilizadora, y eventualmente transformadora que ejerces sobre tus públicos de modo creciente, según vas cumpliendo la promesa implícita y/o explícita en tu propuesta única de valor. La autoridad es el ascendiente que te ganas ante tus públicos (escucha activa y constante, respeto, valoración positiva, confianza, distinción, preferencia, admiración, seguimiento, defensa y promoción de tu marca) mientras la cumples, y sobre todo, tras haberla cumplido” (Estrada, 2019).

De cierta forma, en este tema podemos plantear que la influencia es un proceso, y la autoridad, un estado. Y por supuesto, cuando te has ganado determinada autoridad profesional, estás en mucha mejor condición para influir sobre tus públicos, llegando al punto en que dicha autoridad sea determinante en la toma de múltiples decisiones que te impliquen e involucren profesionalmente; por ahí vienen entonces, hablando de marca personal, conceptos y condiciones como experto, referente, gurú, etc., etc. Todos ellos, generados por una combinación entre influencia generadora de autoridad, y autoridad como condición propiciadora y/o determinante de la influencia. Y claro está, cuando ERES ese tipo de marca personal, las decisiones de los demás que te involucran suelen ser muy favorables para ti.

Y en el otro extremo, cuando eres una marca empleadora influyente por sus desempeños positivos, te ganas la autoridad necesaria para que los profesionales que concurren al mercado quieran trabajar contigo o para ti (como ya hemos visto, yo prefiero contigo, y espero que tú también, jejeje). Por eso hay, por ejemplo, listas de las mejores empresas para trabajar -generadas a partir de estudios bastante serios que recaban miles de opiniones de los empleados de cada una-, y existen hasta concursos en esa línea. Y aquí entre nosotros: ¿cuáles tú crees que son más prósperas, las que aparecen consuetudinariamente en estas listas por concitar la admiración general y el deseo de muchos de poder trabajar allí, o “las otras”?

En este sentido, hablando de autoridad e influencia, me gustaría recomendarte las contribuciones que ha hecho en este campo mi amigo y colega, el Maestro Pablo Adán, especialmente con sus libros El reto: estrategia personal para tiempos de incertidumbre, y S.O.S.: tengo un jefe tóxico. Con El reto, adquirirás herramientas para ponerte en mi posición y entender mis planteamientos como marca personal que funciona en una perspectiva sistémico/estratégica; mientras que S.O.S… te servirá mucho para revisar y analizar las posiciones y perspectivas tuyas como marca empleadora desde la mirada al liderazgo que ejerces, y tal vez, inclusive, reevaluarlas y mejorarlas. Todo en función de lo que juntos podríamos lograr en una eventual relación de negocios, si tú decides contratarme, y yo acepto que lo hagas.

También te recomiendo las importantes propuestas (MUY PERTINENTES a lo que nos reúne a ti y a mí) hechas por la reconocida experta en talento y marca personal -y excelente ser humano- Arancha Ruiz, en sus obras El mapa de tu talento (te ayudará a entenderme y valorarme), Qué busca el headhunter (Ídem, pero también a comprender mejor tus necesidades como cliente y a conectarlas conmigo y mi posible aporte de valor), y Ahora o nunca (nos ayudará a ambos a comprender que este puede ser nuestro momento para trabajar juntos, si logramos solventar del mejor modo las posibles incongruencias que veremos a partir del capítulo 4 de esta serie). Todos significativos desde la lógica laboral/profesional/organizacional de influir de modo legítimo, para ganar autoridad legítima, y gracias a ella, seguir influyendo para el bien común.

Y por supuesto, no puedo dejar de recomendarte los relevantes aportes que ha hecho mi amigo y colega, el Maestro Guillem Recolons, con respecto a la principal fuente generadora de autoridad e influencia: el APORTE DE VALOR. Su libro Si no aportas, no importas, es imprescindible en este tema, especialmente para el ámbito de la marca personal de los profesionales como yo, que hoy pretendo hacer negocios contigo.

¿Te funcionan las definiciones de influencia y autoridad que te he propuesto, distinguido cliente potencial? ¿Visualizas claramente la diferencia entre ambos conceptos? ¿Ves cómo influir del modo adecuado (proceso) te puede generar autoridad en el público adecuado (resultado), la que a su vez eleva tu nivel de influencia sobre él y eventualmente sobre otros, y cuando la ejerces del modo correcto continúas ampliando, fortaleciendo y tal vez hasta diversificando temáticamente tu autoridad…y así sucesivamente?

Por supuesto, te estoy proponiendo mi posición personal sobre el tema: hay otras, y otras, y muchas más, jejeje…En una de estas fuentes se nos propone algo con lo cual coincido mucho, al establecer claramente (aunque con limitaciones y tal vez algún que otro sesgo de contexto), la diferencia a la que aludo: “Según sea la esfera de influencia, se distingue una autoridad política, moral o científica” (y muchas otras, diría yo; pero no es mi objetivo debatirlo aquí y ahora). Te propongo verlas todas y conformar la tuya, que podremos contrastar con la mía: en el branding personal, al igual que en las relaciones de negocios, es muy importante tener, expresar y poder sustentar opinión propia (y preferiblemente con voz propia) sobre las diferentes áreas en que intervengamos activamente en calidad de proponentes, y/o participemos como actores y/o públicos.

Asumo que te ha quedado suficientemente claro el significado y la importancia de conceptos como marca personal, valor, posicionamiento, liderazgo, autoliderazgo, poder, influencia y autoridad, en las relaciones de negocios, y especialmente, cuando se trata de la prestación de servicios por parte de un profesional a una organización o a otro profesional. Porque todo este abordaje conceptual, distinguido cliente potencial, nos coloca en posición de avanzar en la propuesta de negocios que tengo para ti. En la tercera entrega la analizaremos, y a partir de la cuarta, debatiremos un paquete de razones por las cuales ella podría NO SER REALIDAD. Te espero (o tú me esperas) con un delicioso café cubano: poca azúcar, muy caliente, y muy negro.

Amigo lector:

¿Te parece que lo estoy llevando bien? ¿Estoy siendo más o menos convincente para este cliente potencial, en cuanto a los conceptos clave? ¿Estará en condiciones de asimilar como yo espero mi propuesta? ¿Qué piensas tú, que ya conoces la lista primaria de los 50 motivos que pueden bloquear este proceso de negociación con miras a un contrato, lista que este cliente potencial aún no ha leído?

¡Espero que él ya esté más o menos “blandito”! ¡Porque en la próxima entrega, “se la disparo al pecho”, jejeje!

Nos vemos en el capítulo 3, amigo lector. Hasta entonces, recibe el acostumbrado brand/abrazo de tu siempre amigo,

Vladimir

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Cubano. Padre. Académico. PhD. Mentor profesional internacional, RGM. Consultor. Comunicador. Miembro fundador de Personal Branding LATAM. Blogger académico.